Padre Josep-Enric Parellada, osb.
Monje
de Montserrat
Prefecto
de estudios de la Provincia
Hispánica de la Congregación Sublacense Casinense
¿Quien es un monje?
Aun
cuando la palabra monje proviene del griego “monachos” que significa solitario
o uno, el monje es y debería ser ante todo, un hombre de Dios. Esta afirmación
está en relación directa con el contenido o el significado de la vocación
monástica que no es otra que la búsqueda de Dios con exclusividad. En este
sentido, si la vocación monástica es una búsqueda, el monje se va haciendo, se
va configurando con el objetivo de su búsqueda, ya que el monje descubre que es
Dios quien le busca a él. Por tanto la vida monástica, que es la vida de los
monjes, es una vida según el corazón de Dios. Evidentemente este ser de Dios y
para Dios significa vivir de una forma concreta, que los monjes benedictinos
vivimos según la Regla que escribió N. P. San Benito y que podríamos resumir
que se trata de una vida en la que monje no tiene nada, sólo tiene a Dios, pero
este nada tiene sabor de plenitud.
¿Cuál es el carisma del monje?
Los
carismas son los dones que el Espíritu Santo concede para el bien de la Iglesia
y la salvación del mundo.
Hablar
del carisma del monje no es fácil porque pensamos en los carismas específicos
con que el Espíritu ha enriquecido a la Iglesia desde sus mismos orígenes. Si
nos fijamos en esto nos damos cuenta que el monje no tiene un “carisma
específico” como podría ser el apostolado, la atención a los pobres y enfermos,
la formación de la juventud, sino que el monje es un hombre que sirve no “para”
sino que sirve “a” Dios. Su gran tarea es buscar a Dios practicando la
obediencia, la caridad, los consejos evangélicos y la imitación de Jesucristo,
en una comunidad, bajo una regla y un abad. Este es el carisma de la vida
monástica. Un carisma que comporta vaciarse, tanto a nivel personal como
comunitario, para que sea sólo Dios quien ocupe todos los espacios de la vida
del monje y de la vida de las comunidades. Haciéndolo así el monje y las
comunidades se convierten en receptáculos de todo lo que es de Dios y de todo
lo que es humano, ya que el monje tiene siempre la mano tendida, como signo de
la mano grande y amorosa de Dios al mundo entero.
¿Qué valores aporta la vida monástica a la
Iglesia y a la sociedad?
Más que
valores la vida monástica es para la Iglesia y la sociedad presencia y
recuerdo. Los monasterios y en concreto las comunidades monásticas son espacios
dedicados de manera especial a Dios, por tanto, la vida monástica es presencia del Dios vivo en espacios en
medio del mundo. También recuerdo
del absoluto de Dios. En todos los tiempos de la historia, no sólo en los
tiempos actuales, la vida monástica es recuerdo del absoluto de Dios para la humanidad.
La concreción de esta presencia y de este recuerdo se concreta los valores
cristianos que fundan la vida del creyente y que se concretan en: la búsqueda
de Dios, la configuración con el misterio de Cristo y la solidaridad y el
servicio al prójimo o al hermano. En estos tres valores encontramos recogidas
las entrañas de la vida monástica. Entrañas que no son nada más ni nada menos
que la misma vida cristiana que los ha convertido en criterios referenciales.
¿Qué características ha de tener una comunidad
para ser considerada monástica?
Al
hablar de características fácilmente podríamos pensar en las estructuras
externas o el ritmo que lleva a cabo una comunidad monástica. Pero las
características que configuran una comunidad monástica son: la oración
(personal y el comunitaria) la lectio, el trabajo y / o el estudio y la vida
fraterna.
Los
monjes vivimos en comunidades para ser felices, es decir, para vivir según el
Evangelio que siempre es buena noticia. En la comunidad los monjes desarrollan
sus dones, los naturales y los que va adquiriendo siempre en bien de los
hermanos.
Una
comunidad monástica no es o no debería ser una realidad cerrada o hermética. No
es un lugar para vivir centrados en nosotros mismos. Un monasterio quiere ser
como el “corazón abierto de Dios” donde todas las personas de bien puedan
encontrar su casa. Por eso no es extraño que San Benito establezca como nota
distintiva y característica de las comunidades monásticas la acogida de los
peregrinos y pobres para que sean acogidos como si de Cristo mismo se tratara.
Compartir su labor como Visitador y como
Prefecto de estudios ¿Qué valores presenta la vida monástica española?
Fundamentalmente
mi servicio en la Provincia Hispánica de la Congregación Sublacense Casinense
es el de Prefecto de estudios que tiene como objetivo la ayuda fraterna en la
comunión para que todas las comunidades aseguren una formación básica en los
inicios de la vida monástica y también teológica en las etapas siguientes.
Insisto en que se trata de un servicio en la comunión y en la fraternidad ya
que es un derecho y un deber de cada comunidad asegurar la formación de sus
candidatos o de sus miembros. La realidad, no obstante, nos hace ver que la
mutua colaboración no sólo es un signo de comunión entre las comunidades de la
provincia sino que tiene su vertiente práctica en la programación de cursos
provinciales en los que además de asegurar una formación permite un encuentro y
un mejor conocimiento entre los formados y con las comunidades que acogen los
distintos cursos. Por otra parte, en alguna ocasión, el P. Abad Visitador puede
pedir colaboración a cualquier monje para pasar una visita canónica.
La vida
monástica en España ofrece los valores de los que hablaba anteriormente.
Nuestras comunidades son espacios de presencia y recuerdo de Dios para tantas personas
sedientas de absoluto.
Teniendo las mismas raíces, ¿por qué es tan
plural la Orden Benedictina?
La
pluralidad de la Orden Benedictina nace de la misma Regla. Personalmente,
siempre me ha admirado, que san Benito al escribir la Regla se fija en lo que
es esencial (el maestro tiene que verificar únicamente si el candidato busca a
Dios verdaderamente) dejando a un lado lo que es secundario como puede ser el
vestir, el comer, el trabajo, los horarios. Todo ello es susceptible de
cambios. Y todavía, San Benito establece una escuela del servicio divino para
cenobios enraizados, es decir, con raíces donde se encuentren. Este sería el
origen remoto de la pluralidad en la Orden. Desde el punto de vista espiritual
podemos afirmar sin lugar a dudas que la vida monástica no es patrimonio
exclusivo de nadie, por ello el Espíritu puede suscitar en el seno del monacato
expresiones distintas que se corresponden con carismas para ser lo que son los
monasterios: espacios de presencia y recuerdo de Dios y por parte de los monjes
ser hombres de Dios. La pluralidad al contrario de ser un lastre nos ayuda
centrarnos en lo verdaderamente esencial. Por ello la comunión en la diversidad
es la mayor riqueza de la Orden.
¿Qué características definen a la
Congregación Sublacense – Casinense?
Por
tradición, la Congregación Sublacense Casinense reviste un carácter
supranacional, siendo esta una de las características que la distinguen de
otras congregaciones benedictinas. En la congregación viven y se sienten
hermanos comunidades con orígenes, nacionalidades y observancia regular
diversas. Nuestra congregación es una expresión visible de la pluralidad de la
Orden benedictina. Los monjes y las comunidades femeninas asociadas a la congregación,
observamos ante Dios y ante la Iglesia lo que está prescrito en la Regla y en
las Constituciones de la Congregación, sabiendo que cada una de las provincia
que la integran tienen a su vez algunos matices propios dependiendo del lugar o
de las circunstancias de las provincia.
Como Rector que ha sido del Santuario de
Montserrat ¿qué es lo que atrae a la gente para ir a un santuario mariano? ¿Qué
factores hacen tan atrayente los monasterios a las personas religiosas y no
religiosas?
El
hombre es un ser de deseo que anhela la plenitud en todos los sentidos ya que
está inscrito en el corazón humano el anhelo de absoluto y de trascendencia,
tanto si es consciente de ello como si no. Por esto no es extraño que los
lugares sagrados ejerzan una atracción para todas las personas, aunque no
coincidan las expresiones o motivos de la búsqueda de esta plenitud. En cuanto
a los santuarios, y tal y como decía el beato y pronto santo Juan Pablo II, son
antenas de la Buena nueva del Evangelio y también decía, son los atajos a
través de los cuales Dios se encuentra con los hombres. En los santuarios
marianos la presencia de Maria, que es icono de la misericordia de Dios, son un
lugar privilegiado para este encuentro.
¿Qué papel juega el estudio en la vida
monástica?
Los estudios no pueden ser como una camisa
que hoy me pongo y que mañana me cambio, es decir, los primeros años de vida en
el monasterio “son tiempos fuertes” de preparación a todos los sentidos y que
tiene como objetivo el desarrollo integral de cada persona para integrarse en
la vida de comunidad y vivir como monje. Es importante en esta primera etapa
que tiene que continuar toda la vida (san Benito nos recuerda en el capítulo 73
de la Regla que somos siempre unos principiantes) “monasticizar” o “benedictificar”
no sólo las actitudes externas sino el propio corazón. En un segundo momento
sería descabellado pensar que con la etapa inicial se ha finalizado ya la
formación. El monje, a medida que avanza por el camino de la vida monástica se
da cuenta, cada vez más, que tiene que dar razón de lo que cree y de lo que
vive. De ahí la necesidad de continuar la formación hasta el final de sus días.
Es común y general que la segunda etapa sea la de la formación bíblica,
filosófica y teológica según los planes de formación de la Iglesia, tanto para
los candidatos a las órdenes sagradas como para todo consagrado.
¿Qué cuesta más esfuerzo: la obediencia, la
conversión de costumbres, la estabilidad?
Aún
cuando la pregunta es correcta en su formulación pienso que sería desequilibrada
la respuesta si acentuara la dificultad en alguno de los consejos evangélicos
que vive y profesa el monje. Obediencia, conversión de costumbres y estabilidad
tienen que crecer y madurar a la par. No creo que uno sea más difícil que el
otro. Vivir con dificultad alguno de estos afecta necesariamente al conjunto.
No puede haber un monje obediente que tenga dificultades en la conversión
costumbres o en la estabilidad o viceversa. Cierto es que en las distintas
etapas de la vida y en el crecimiento espiritual hay momentos en que hay que
acentuar o profundizar en alguno de estos elementos pero siempre contemplados
en su conjunto. El monachos es el hombre de la unidad.
Perfil del joven que llega a los monasterios
queriendo ser monje
Es
difícil hacer una generalización sobre el perfil de los jóvenes o adultos que
llaman a las puertas de los monasterios. Estoy convencido que cada persona
tiene unas motivaciones propias y específicas que dependen no sólo del medio
donde ha crecido y se ha formado sino también de sus condiciones personales y
espirituales. Si tuviera que decir algo más diría que el perfil del joven que
llama a las puertas de un monasterio debería ser el perfil de los jóvenes o de
los adultos de su generación, en este caso, de nuestro tiempo. Las
“singularidades” del tipo que sean no son buenas ni en el presente ni en el
futuro de estas personas como monjes.
¿Qué consejo daría a quien se está planteando
la vida monástica?
Dar
consejos no es algo que me guste mucho. Simplemente sugeriría que ante
cualquier opción que un joven quiera llevar a cabo que la haga con honestidad
para consigo mismo y para con Dios y sobre todo que se deje acompañar y guiar
por algún maestro o padre espiritual que le ayude a discernir. El
acompañamiento es otro de los ejes que conforman la vida monástica de todos los
tiempos, incluso de la no cristiana.
¿Vale la
vida ser monje?
¡Ciertamente,
sin lugar a dudas! Personalmente si tuviera que volver a nacer sería, por la
gracia de Dios, monje de nuevo.
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